En las microfinanzas el termino “burbuja” se podría emplear cuando se produce un incremento muy importante de la oferta de dinero en una zona geográfica dada, oferta procedente de unos inversores que acaban de descubrir el buen “negocio” de los microcréditos: los pobres devuelven los préstamos y además pagan tasas de interés altas.
Las Instituciones de Microfinanzas (IMF), debido a la fuerte competencia existente entre ellas y a la presión que reciben de los inversores, relajan sus controles, olvidan su misión, y conceden microcréditos para cualquier finalidad (consumo). Los clientes aprovechan esta coyuntura, piden más créditos, terminan endeudados de forma considerable y ya no pueden devolverlos.
Todo ello acaba produciendo un fuerte aumento de la morosidad y una caída de la rentabilidad de los fondos de inversiones ligados a estas IMF.
Se podría comparar esta situación, en cierto modo, al gran volumen de las hipotecas sub-prime que se otorgaron con dinero fácil, sin control y que llegó a provocar un gran desastre financiero.
¿Existe realmente este riesgo?
A priori, existe un número casi infinito de personas pobres sin atender (base de la pirámide) y el mercado no debería estar saturado pero sin embargo, la mayoría de los inversores, buscando la máxima seguridad, acaban concentrando sus aportaciones en unas mismas zonas, donde hasta la fecha han obtenido buenos resultados.
Los inversores deben prestar una gran atención al impacto social que producen sus actuaciones sobre la población ya que si solo tienen en cuenta los resultados ecónomicos de las IMF, pueden ocurrir tales crisis.
Por el excesivo afán de lucro de algunos, finalmente todo el mundo pierde:
- los clientes están sobre endeudados y no pueden pagar sus deudas.
- las IMF y el microcrédito pierden su credibilidad.
- los inversores no pueden recuperar su inversión.
- la oferta de microcrédito desaparece.
- los pobres ya no tienen acceso al crédito.
Conclusiones:
La base de la pirámide es una gran fuente de desarrollo que se puede abordar con principios comerciales pero no se puede olvidar la ética.
No llamemos “ética” una finanza que no se preocupa del impacto que provoca sobre los clientes y acaba prestando con unas tasas de interés de usura.
Se llegaría justo a lo contrario de lo que se pretendía y que es ofrecer servicios financieros accesibles y dignos a los más pobres.